GEOGRAFÍA - PAÍSES: Italia - 7ª parte

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Italia - 7ª parte


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Historia (continuación)

oda Italia estalló en revueltas y sublevaciones hacia la mitad del s. XIX (años 30 y 40), y sobre todo en 1848. Las ideas republicanas de Mazzini, los carbonarios y otros movimientos liberales se alzaron por todas partes: Palermo (enero 1848), Turín (proclamación de la constitución en febrero), Milán (insurrección general en marzo de 1848). Los piamonteses, que acarreaban ya varios intentos fallidos en guerras contra Austria, perdieron otra vez en su proyecto.

Con la firma del armisticio de 1848, el rey Carlos Alberto de Saboya tuvo que abdicar en favor de su hijo Víctor Manuel II. Una tensa paz volvía así a la península tras las revoluciones del 48. Pero un nuevo respaldo pro unificación llegaría al Piamonte con la diplomacia del nuevo primer ministro de Víctor Manuel II, el Conde de Cavour, quien fue entretejiendo una compleja red diplomática con importantes enlaces por toda Europa y principalmente en Francia. Sólo el sabio aprovechamiento que hizo de las coyunturas internacionales en su propio beneficio y el apoyo de todo un reino y sus tropas (con el mítico Garibaldi al frente), consiguieron finalmente la unificación (en 3 fases) del moderno estado italiano.

Después de entrevistarse con Cavour en 1859, Napoleón III decidió intermediar en favor de la unidad italiana, apoyando militarmente la invasión piamontesa de la Lombardía (campaña de Italia, 1859), con la que el Piamonte se anexionó definitivamente a esta región (Tratado de Paz de Zurich), pero cediendo, por ello, Saboya y Niza a Francia. Los ducados de Parma, Módena y Toscana consiguieron con revoluciones propias (incentivadas por Cavour) su anexión al Piamonte. La llamada Expedición de los Mil, enviada por mar desde el Piamonte a Sicilia (1860), y la de Garibaldi (al S de la península) consiguieron tomar el Reino de Nápoles. Al mismo tiempo, las tropas de Víctor Manuel II se lanzaban a la invasión de los Estados Pontificios desde el N, tomando las Marcas y Umbría, para, posteriomente, dirigirse también hacia Nápoles. Allí, Víctor Manuel II se entrevistó con Garibaldi para evitar que éste continuara hasta Roma, ya que Cavour había pactado con Francia no ocupar el Papado, y para hacer un plebiscito mediante el cual el Reino de Nápoles y Sicilia se unió al del Piamonte. De esta manera, el 17 de marzo de 1861 se proclamaba gloriosamente en Turín el Reino de Italia. Restaban solamente Venecia (en manos austríacas) y Roma con el Lacio (protegida por Francia), para reunir definitivamente a toda Italia en un solo reino. Ambos enclaves se anexionaron aprovechando dos coyunturas internacionales: la guerra entre Prusia y Austria para el Véneto, y la guerra franco-prusiana en el caso de Roma.

En 1871 el monarca Víctor Manuel II de Saboya residía ya en Roma como nueva capital del unificado Reino de Italia. El país entraba así en el no menos tumultuoso s. XX. Con la subida al trono en 1900 de Víctor Manuel III, revueltas y reivindicaciones obreras se sucedieron en el N. En 1912 el sufragio se extendió a todos los hombres que, sabiendo leer y escribir, hubieran cumplido el servicio militar. En la guerra contra Turquía (1911-12), Italia anexionó el Dodecaneso (Grecia), la Tripolitania y la Cirenaica (N de África) a su territorio, pero en las elecciones de 1913 ganó la oposición socialista. El nuevo gobierno optó en un principio por la neutralidad en el conflicto europeo de 1914 (Primera Guerra Mundial), pero diferentes corrientes de opinión, izquierdistas y nacionalistas, promovieron el pacto con la Triple Entente. Italia declaró, pues, la guerra a Austria en 1915 y a Alemania en 1916.

Al finalizar el conflicto, con Italia en el grupo vencedor, el país vio ampliado su territorio con el Trentino-Alto Adigio, Trieste, Istria y Zara. Pero la crisis económica de posguerra favoreció a los democratacristianos en los comicios de 1919. No obstante, el poder gubernamental se debilitaba, tanto por las protestas y auges de sindicatos y comunistas, como por la amenaza de la ultraderecha. Por ello, varios gobiernos se sucedieron en una crisis de poder continua y nada esperanzadora, ya que fue un excelente caldo de cultivo para que, durante la sostenida huelga obrera de 1922, la alta burguesía decidiera dar apoyo al movimiento fascista de Benito Mussolini, cuyas organizadas milicias prometieron poder restaurar el orden.

Con un creciente y respaldado poder, los fascistas de Mussolini, los camisas negras, marcharon sobre Roma en octubre de 1922. Una vez allí, el rey dio a Mussolini (por presiones burguesas) el encargo de formar gobierno, pero tres años más tarde, en 1925, el propio Mussolini daba desde el poder un golpe militar, imponiendo una dictadura fascista sobre Italia que duraría hasta 1943. El 1 de noviembre de 1936 firmaba con Hitler el pacto llamado Eje Roma-Berlín, que mejoró un anterior pacto italo-alemán de 1926. Durante la Guerra Civil española, Mussolini concedió ayuda militar y logística a Franco; ocupó Albania en 1939 y firmó ese mismo año el Pacto de Acero con Hitler, que preveía ya la Segunda Guerra Mundial. Italia sólo entró en la guerra una vez Francia estuvo ocupada por Hitler, invadiendo Grecia en 1940.

Con el desembarco angloamericano en Sicilia (julio de 1943), empezaba el principio del fin para Mussolini, el fascismo y la guerra en Italia. Mussolini fue detenido el 25 de julio y el gobierno provisional del general Badoglio firmaba finalmente la paz con los aliados el 8 de septiembre. No obstante, los alemanes entraron en Italia intentando salvar aún «su» guerra, liberaron a Mussolini (12 de septiembre) y se enfrentaron a los americanos que avanzaban de S a N. Tras ser liberada Roma por los aliados, se instauró un gobierno provisional mientras el N seguía ocupado por los nazis. El nuevo gobierno, formado por todos los partidos y por los partisanos, ayudó a los angloamericanos a expulsar a los alemanes de Italia. Restauradas las instituciones democráticas, se convocó en 1946 un referéndum constitucional que instauró la república en Italia, sistema que ha llegado hasta nuestros días. La nueva constitución, y el nuevo estado, entraron en vigor el 1 de enero de 1948. Las elecciones de abril de ese mismo año daban la mayoría absoluta a la democracia cristiana en una Italia que empezaba ya a restaurar su economía con las ayudas del Plan Marshall.

En 1949 Italia se adhirió a la OTAN y en 1957 a la CEE, reforzando su nueva y democrática imagen en el panorama internacional. El sucesivo control del gobierno por parte de la democracia cristiana ha ido desgastando al partido y a sus líderes, deviniendo finalmente una fragmentación tanto del voto como de la composición parlamentaria, algo ya muy típico en Italia. Para evitar un gobierno del partido comunista italiano --PCI-- (eternos segundos), el resto de partidos debieron siempre pactar gobiernos alternativos a tres, cuatro o incluso cinco bandas.

En 1963 la DC admite incluso la colaboración de los socialistas en el gobierno. Los años 70 empezaron con el gobierno de Giulio Andreotti (1972), en una década caracterizada por la violencia política tanto profascista como de ultraizquierda, así como por las actuaciones mafiosas. El gobierno de Andreotti no pudo mantenerse y tomó el mando Mariano Ruvor al que sustituyó, en 1974, Aldo Moro. En las elecciones regionales de 1975 el PCI empataba con la DC, pero las presiones exteriores obligaron a un pacto de todos los partidos alrededor de Aldo Moro, para evitar demasiado poder para los comunistas; pero éste dimitió cuando, tras los comicios de 1976, le fue retirado el apoyo de los socialistas al recuperar la DC su porcentaje habitual de votos. Un nuevo gobierno de Andreotti tuvo que afrontar esta vez una escalada terrorista sin precedentes, en la que Aldo Moro fue secuestrado y posteriormente asesinado por las Brigadas Rojas en 1978. Giulio Andreotti se reafirmaba en el gobierno en 1979, entrando ya el país en la tónica del último decenio: una frágil estabilidad política e institucional, fruto de un sistema electoral muy representativo que permite una gran atomización de opciones políticas y complejos gobiernos incluso pentapartitos. Italia ha estado además muy amenazada siempre por mafias y corruptelas y, a pesar del auge económico tan grande vivido en la década de los 80, en la actualidad el país se sumerge de nuevo en el caos político.

La caída del comunismo trajo la transformación del PCI en Partito Democrático della Sinistra --PDS--, pero el marco gubernamental de los 80 siguió al ritmo de siempre. De los distintos gobiernos de la última década cabe mención especial para hombres como Francesco Cossiga, Arnaldo Forlani, Giovanni Spadolini, Sandro Pertini, Bettino Craxi y Giulio Andreotti, protagonistas de todos los gobiernos y presidencias de los últimos años.

La llegada de la crisis y el malestar en los 90 han vuelto a cebarse en las frágiles estructuras políticas de la República italiana, trocando, en muy pocos años, la imagen del país de nuevo hacia el caos de una corrupción que, esta vez, ha salpicado fuertemente al poder y a muchos de los nombres anteriormente citados. Todo el sistema italiano está en crisis, se ha hablado del país en términos de tangentópolis, palabra derivada de «tangente» (comisión ilegal), es decir, «el país de lo ilegal». En el referéndum del 18 de abril de 1993 se aprobó la reforma de todo el sistema político y electoral; se está levantando la inmunidad parlamentaria a los políticos, y los jueces, en plena libertad, procesan a miles de personas, en particular, a altos cargos de la vida industrial, financiera y política.

Los gobiernos de Giulio Amato (1992-93) y Carlo Ciampi (1993-94) llevan a cabo todos estos cambios institucionales, en medio de fuertes tensiones, en la perspectiva de las decisivas elecciones de 1994. En estos comicios (marzo de 1994) se impuso Forza Italia, un partido creado en apenas unos meses por el magnate de la televisión Silvio Berlusconi. El apoyo de su poderoso grupo de comunicación impulsó la aventura política de Berlusconi, arrebatando la victoria a una izquierda excesivamente confiada tras el triunfo en las municipales de 1993. En mayo, Berlusconi fue investido primer ministro de un gobierno de coalición con su partido Forza Italia, Alianza Nacional (partido neofascita) y la Liga del Norte (partido federalista).

En julio de 1994, el hermano del primer ministro, Paolo, se entregó a la policía tras ser acusado por los magistrados de Milán de sobornos para evitar inspecciones fiscales, y Berlusconi se vio obligado a romper formalmente todos sus lazos con Fininvest (el holding que controla todas sus empresas). Finalmente, Berlusconi tuvo que dimitir presionado por la Liga del Norte, aunque pidió con insistencia nuevas elecciones generales. El presidente Scalfaro y la oposición optaron por la formación de un gobierno de técnicos con un programa mínimo para acometer la reforma de la legislación sobre medios de comunicación (para acotar el poder de Silvio Berlusconi) y sistema electoral. Lamberto Dini obtuvo la confianza del parlamento en enero de 1995 y pudo formar un gobierno técnico.

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